viernes, 28 de agosto de 2020

CARLOS III DE ESPAÑA. UN REY PARA LA ILUSTRACIÓN

 
















Carlos III retratado por Mengs en 1761







 
Felipe VI trabajando en su despacho. Tras él un cuadro de Carlos III




Carlos III de España, llamado «el Mejor Alcalde de Madrid» (Madrid, 20 de enero de 1716-Madrid, 14 de diciembre de 1788), fue duque de Parma, Plasencia y Castro — como Carlos I — entre 1731 y 1735, rey de Nápoles — como Carlos VII — y rey de Sicilia — como Carlos V — de 1734 a 1759 y de España desde 1759 hasta su muerte.






Felipe V retratado por Jean Ranc. 1723



 
Isabel Farnesio. Retrato de van Loo c.1739


Carlos era el tercer hijo varón de Felipe V que llegó a la vida adulta y el primero que tuvo con su segunda mujer, Isabel de Farnesio, por lo que fueron sus medio hermanos Luis I y Fernando VI, quienes sucedieron a su padre en un primer momento. La muerte sin descendencia de estos llevaría a Carlos a ocupar el trono español.

Carlos sirvió a la política familiar como una pieza en la lucha por recuperar la influencia española en Italia: heredó inicialmente de su madre los ducados de Parma, Plasencia y Toscana en 1731; pero más tarde, al reconquistar Felipe V el Reino de Nápoles y Sicilia en el curso de la Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1735), pasó a ser rey de aquellos territorios con el nombre de Carlos VII. Contrajo matrimonio en 1738 con María Amalia de Sajonia, hija de Federico Augusto II, duque de Sajonia y de Lituania y rey de Polonia.







Mª Amalia de Sajonia. Retrato de Silvestre, 1738



Nació el 20 de enero de 1716 a las 4 de la madrugada en el Real Alcázar de Madrid. Su cuidadora fue María Antonia de Salcedo. Luego, fueron responsables de él un grupo de hombres a cargo de Francisco María Spínola y Spínola, Duque de San Pedro. El 15 de enero 1724 su medio hermano mayor Luis heredó el trono por la abdicación de su padre en su favor, pero falleció en agosto y su padre volvió a ser rey.



 
Patio de las Doncellas del Alcázar de Sevilla, dónde vivieron Felipe V y el futuro Carlos III


En 1729, se trasladó a Sevilla junto con su padre. Las naciones europeas, con el Tratado de Utrecht de entre 1713 y 1715 y el Tratado de Hannover de septiembre 1725, firmado como respuesta al Tratado de Viena de abril de 1725, establecieron sus posiciones en Europa. España había perdido muchos territorios e influencia tras la Guerra de Sucesión. Sin embargo, esta situación no duraría mucho ya que en los planes de Felipe V estaba recuperar sus territorios en Italia

Desde Sevilla, el monarca puso en marcha un plan para asegurar la sucesión de su hijo en el Ducado de Parma, firmando el Tratado de Sevilla con Inglaterra y Francia. Sin embargo, a la muerte del Duque de Parma, el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos VI invadió esos territorios y Felipe V , al no recibir apoyo de las dos potencias, amenazó con declarar la guerra por su cuenta. En 1731, el Imperio Romano Germánico se adhirió al Tratado de Sevilla y Carlos III, con 15 años, abandonó Andalucía rumbo a Italia para ocupar sus plazas.

El 1 de febrero de 1733 murió Augusto II, rey de Polonia, cuya monarquía no era hereditaria, sino elegida por el Parlamento polaco, el Sejm. Felipe V envió desde Sevilla un emisario a Varsovia para negociar la candidatura del infante don Felipe y la del infante Carlos. Sin embargo, sus candidatos tenían pocas posibilidades frente a otros con apoyos de Austria y Francia. Felipe V se trasladó a Madrid y firmó el Tratado del Escorial, Primer Pacto de Familia, con el que España abandonó su pretensión polaca y decidió aliarse con Francia para luchar contra el Imperio Romano Germánico a cambio de la ayuda de Francia en su campaña contra Nápoles y Sicilia, bajo el control austríaco, y para conseguir Gibraltar. La guerra en Italia se ganó, y el 10 de mayo de 1734 el infante don Carlos ordenó proclamar Rey a su padre, sin embargo Felipe V cedió Nápoles y Sicilia a su hijo.


 
Carlos rey de Nápoles y Sicilia. Retrato de Giuseppe Bonito, c.1745



Durante su reinado en Nápoles y Sicilia (Carlos VII, Carlo VII en italiano, o simplemente Carlo di Borbone, que es como se le suele llamar allí), intentó reformar y modernizar el reino, unificándolo, conquistando el afecto de los ciudadanos junto con su esposa María Amalia de Sajonia.

Carlos contrajo matrimonio en 1738 con María Amalia Walburga de Sajonia, de 14 años. Ella era una princesa polaca de familia rica y fecunda, y su matrimonio tuvo un interés político, sin embargo fue también muy bien avenido. Se casaron por poderes en el Palacio de Dresde, en Sajonia, el 9 de mayo de 1738 y la boda se celebró en Nápoles el 9 de junio de ese año. Fué el único matrimonio de Carlos III que sobrevivió a Mª Amalia 28 años. Tenía el rey 44 años cuando ésta murió. Y, cierta vez, confió al prior del Escorial padre, no he conocido nunca más mujer que la que Dios me dió; a ésta la amé y estimé como dada por Él, y después que ella murió me parece que no he faltado a la castidad, aún en cosa leve, con pleno conocimiento. (Vid. Balansó, Juan. La Corona vacilante. Plaza & Janés Editores, S.A. Barcelona 1996, pag. 100.)

Intentó dotar a la capital, Nápoles, del aspecto que debía tener una Corte. Hizo hincapié en mejorar las edificaciones públicas, como el Hospicio, y trató de adaptar el palacio virreinal de acuerdo con la moda que imperaba desde la construcción de Versalles. También hizo construir complejos palaciegos en otros lugares del reino, como el Palacio Real de Caserta, uno de los mayores palacios reales del mundo. Otra de sus aportaciones fue el Teatro de San Carlos, para las representaciones de ópera.





Interior del Teatro San Carlo. Inaugurado el 4 de noviembre de 1737, es el más antiguo teatro de ópera activo del mundo, y ha sido el modelo de los siguientes teatros de Europa. Dibujo de Giorgio Sommer (1834-1914)





Vista panorámica del interior











Exterior del Teatro San Carlo, mandado a construir por Carlos III cuando era rey de Nápoles, bajo el nombre de Carlos VII


Sus años como rey de las Dos Sicilias le dieron una experiencia muy valiosa como rey de España. Los barones y la Iglesia acaparaban más del 50% de las tierras, y en el caso de los primeros tenían además jurisdicción sobre las mismas, por lo que impedían el acceso de sus vasallos a los tribunales. El rey limitó su influencia política, dejando clara la supremacía de la Corona, pero su poder económico siguió intacto. El 3 de julio de 1738, en ocasión de su matrimonio, fundó la Insigne y Real Orden de San Jenaro, de la cual fue su primer gran maestre.

En 1740, uno de sus consejeros, el duque de Salas, permitió a los judíos retornar al reino, de donde habían sido expulsados por Carlos V, con la finalidad de impulsar la actividad económica. El pueblo y la Iglesia se opusieron y Salas fue destituido, derogándose el permiso. Poco después, el arzobispo Spinelli intentó introducir la Inquisición, pero el pueblo se opuso también a esta medida y hubo de desistir.

También durante estos años encontró el monarca a algunos de los hombres que más influirían en su vida, como Bernardo Tanucci, jurista al que nombró Ministro de Justicia primero y de Asuntos Exteriores después, y que quedó como miembro del Consejo de Regencia cuando Carlos III heredó el trono español.

Destaca el hecho de haber sido quien ordenó comenzar la excavación sistemática de las poblaciones sepultadas por la erupción del Vesubio del año 79: Pompeya, Herculano, Oplontis y las Villas Stabianas. No sólo eso, sino que en 1752, al ordenar construir una carretera hacia el sur (precursora de la actual Statale 18), salieron a la luz los restos de la ciudad de Paestum, que llevaban años cubiertos por la maleza (parte del anfiteatro yace precisamente bajo dicha carretera). Fue un hallazgo especialmente importante, porque allí se hallaban tres templos griegos en muy buen estado de conservación. Se encargaron de su estudio Felice Gazzola (un culto aristócrata y militar de confianza de Carlos, al que servía desde su época de duque de Parma) y Francesco Sabatini.








Fernando VI (1713-1759). Copia de un original de van Loo. Depositado en la embajada de España en Buenos Aires



La muerte sin descendencia de su medio hermano Fernando VI de España, hizo recaer en Carlos la Corona de España, que pasó a ocupar en 1759, dejando con gran tristeza, tanto de los reyes como del pueblo, la corona del Reino de Nápoles y Sicilia a su tercer hijo, Fernando.
  



Fernando IV de Nápoles, hijo de Carlos III. Retrato de Mengs, 1760









 
Luis I. Retrato de Jean Ranc






Tras los fallecimientos de Luis I y de Fernando VI sin descendencia, el trono de España pasó a Carlos III, tercer hijo de Felipe V y primero de su matrimonio con Isabel de Farnesio, con gran experiencia de gobierno como rey de Nápoles.


El primer asunto que el rey trató fue la Guerra de los Siete Años. El monarca español se vio obligado a tomar parte en la guerra tras la ocupación británica de Honduras y la pérdida de la colonia francesa de Quebec, lo que requirió la intervención española en el conflicto para frenar el expansionismo británico por América.



En 1761 se firmó el Tercer Pacto de Familia y España entró en el conflicto bélico. El monarca se equivocó en cuanto a la ayuda real que podía prestar Francia y el estado de sus tropas. Una escuadra inglesa de 53 buques con un ejército de 14.000 hombres consiguió tomar La Habana por la falta de entrenamiento de las milicias, en número muy inferior a los ingleses, y la incompetencia del gobernador de la plaza, Juan de Prado. Poco después una escuadra procedente de la India bombardeó y tomó Manila. Los ingleses no pudieron extender su dominio por las Filipinas gracias a la resistencia de las guerrillas organizadas por Simón de Anda. La guerra terminó con la Paz de París de 1763. España cedió a Gran Bretaña la Florida y territorios del golfo de México, a cambio de la devolución de La Habana y Manila. La Luisiana francesa pasó a manos de España, más preparada para defenderla. Portugal, aliado de los británicos, recuperó la colonia del Sacramento.

España continuó la alianza francesa. La sublevación de las Trece Colonias contra Jorge III dio a ambas potencias la ocasión para el desquite. Así, en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, España intervino junto a Francia y contra Gran Bretaña.




Desde la Declaración de Independencia (4 de julio de 1776) los sublevados recibieron ayuda española de forma solapada. En 1779 se rompieron las relaciones. Se asedió Gibraltar sin éxito, pero se pudo recuperar Menorca. Bernardo de Gálvez, gobernardor de la Luisiana, ocupó Florida. Inglaterra, aislada y sin poder someter a los rebeldes, tuvo que firmar la paz.


 
Bernardo de Gálvez. Retrato de Mariano Salvador Maella c. 1783



El Tratado de París de 1783 puso fin a la guerra. España recuperó Menorca, Florida y la costa de Honduras, aunque no pudo conseguir lo mismo con Gibraltar, que los ingleses se negaron en redondo a ceder. España, de esta forma, contribuyó a la independencia de los Estados Unidos, hecho que creó un precedente para la emancipación de las colonias españolas en el siglo XIX.



Dos nuevas potencias, Rusia y Prusia, entraron en el mapa político europeo del siglo XVIII bajo los reinados de dos déspotas ilustrados: Catalina II y Federico II respectivamente. 


 
Catalina de Rusia. Retrato de Ivan Argunov c.1762



 
Federico II de Prusia. Retrato de Matthieu


Ambos monarcas suscitaron interés y admiración en España, aunque la expansión rusa había alcanzado el Pacífico y se llegó a temer una alianza anglorusa en el Mediterráneo. Tal evento no sólo no llegó a materializarse, sino que Rusia se opuso a la pretensión inglesa de controlar todos los movimientos marítimos en tiempo de guerra.


Carlos III había firmado un tratado de comercio con Turquía siendo rey de Nápoles y Sicilia, pues consideraba a este imperio un freno a los intereses ingleses, austríacos y rusos. El Monarca excluyó una alianza que estimó no sería bien recibida en el país, pero intervino en Orán que dependía del Imperio Otomano, con el doble objetivo de conseguir liberar el mar de piratas berberiscos y obtener concesiones económicas. En 1775 envió una expedición militar contra Argel al mando del general O´Reilly que acabó en desastre. Después de dos nuevos ataques, en 1783 y 1784, se firmó el Tratado Hispano-Argelino de 1786.







El general O´Reilly. Retrato de Goya




En diversas áreas del Océano Pacífico el Virreinato del Perú y el Virreinato de la Nueva España tuvieron la autorización del rey Carlos III de expandir el poder español y afianzarlo en el Gran Océano. Así pues, hubo varios intentos de incorporar la costa de Oregón y Alaska al Virreinato de la Nueva España con expediciones como la de Bruno de Heceta y otras. Mientras tanto, en el océano Pacífico Sur (llamado en ese momento los Mares del Sur) el Virreinato del Perú de Manuel de Amat y Junient ordenó dos expediciones: la primera, en la que se descubrió la isla de Pascua por Felipe González de Haedo tomando posesión de ella en nombre de Carlos III en 1770, y la segunda en 1772 capitaneada por Domingo de Bonechea que llegó al archipiélago Tuamotu y a las islas de la Sociedad donde estableció la soberanía española y la del rey sobre las islas. 

 
Domingo de Bonechea. Autor desconocido








Felipe González de Haedo, descubridor de la isla de Pascua



Los jefes de las principales aldeas de Tahití aceptaron la soberanía de España y ser súbditos de la corona española. Sin embargo, el proceso de ocupación de la Polinesia fue abandonado por el poco apoyo que le daban a esa iniciativa en Madrid y por los problemas religiosos del reino, por lo que dejaron la presencia española en esa área y abandonaron a finales de 1775.

En política interior, intentó modernizar la sociedad utilizando el poder absoluto del Monarca bajo un programa ilustrado.

En la línea de la Ilustración propia de su época, Carlos III realizó importantes cambios — sin quebrar el orden social, político y económico básico, despotismo ilustrado — con ayuda de un equipo de ministros y colaboradores ilustrados, como el Marqués de Esquilache, Aranda, Campomanes, Floridablanca, Wall y Grimaldi.





El marqués de Esquilache. Retrato de Giuseppe Bonito c.1759

El monarca nombró al marqués de Esquilache Secretario de Hacienda. Éste incorporó señoríos a la Corona, controló a los sectores eclesiásticos y reorganizó las Fuerzas Armadas. Su programa de reformas y la intervención española en la Guerra de los Siete Años necesitaron más ingresos, que se consiguieron con un aumento de la presión fiscal y nuevas fórmulas, como la creación de la Lotería Nacional. Al mismo tiempo liberalizó el comercio de los cereales, lo que originó una subida de los precios de los productos de primera necesidad a causa de las especulaciones de los acaparadores y de las malas cosechas de los últimos años. Campomanes apoyó esta medida, pero el pueblo hizo responsable de todo al siciliano.








El motín de Esquilache c.1766. Cuadro atribuido a Goya



En marzo de 1766 se produjo el Motín de Esquilache. Su detonante fue la orden de cambiar la capa larga y el sombrero de ala ancha de los madrileños por la capa corta y el sombrero de tres picos. La tensión subió gracias a los pasquines que circulaban por la capital y que aparecían en sitios públicos, pasquines cuyo léxico y ortografía sólo podían provenir de hombres con cultura. La manipulación realizada por sectores nobiliarios y eclesiásticos lo convirtió en un ataque directo a la política reformista llevada a cabo por ministros extranjeros del gobierno del Rey.



En Madrid el punto álgido de la revuelta se produjo cuando la muchedumbre que se había congregado frente al Palacio Real se topó con la Guardia Valona, que en 1764 había cargado contra el gentío durante la boda de una de las hijas del rey, la infanta María Luisa, con el futuro emperador de Austria. Se produjo una refriega y hubo bajas por ambas partes, sin que la Guardia Española interviniera. Carlos III recabó el parecer de sus consejeros, y aunque recibió opiniones contrapuestas, acabó siguiendo el consejo del conde de Revillagigedo, que declaró que dimitiría de su cargo antes que ordenar disparar a la multitud.









Conde de Revillagigedo. Autor desconocido


De Madrid, el levantamiento se trasladó a ciudades como Cuenca, Zaragoza, La Coruña, Oviedo, Santander, Bilbao, Barcelona, Cádiz y Cartagena entre otras muchas. Pero mientras que en Madrid las quejas se referían al gobierno de la nación, en las provincias las quejas se dirigían contra las autoridades locales, lo cual revelaba un problema subyacente de corrupción e incompetencia administrativa.

Los amotinados exigieron la reducción del precio de los alimentos y la supresión de la Junta de Abastos, la derogación de la orden sobre la vestimenta, el cese de ministros extranjeros de Carlos III, su sustitución por españoles y un perdón general. El Monarca desterró a Esquilache y nombró en su lugar al conde de Aranda. Se tomaron medidas para acelerar la importación de cereales desde Sicilia y se reformaron los gobiernos concejiles, añadiendo a éstos diputados del estado llano elegidos por sufragio.







El conde de Aranda. Retrato de José Mª Galván











El conde de Floridablanca. Retrato de Goya









Pedro Rodríguez de Campomanes, primer conde de Campomanes. Retrato de Antonio Carnicero, 1777






Desaparecidos los ministros extranjeros, el Rey se apoyó en los reformistas españoles, como Pedro Rodríguez de Campomanes, el conde de Aranda o el conde de Floridablanca. Campomanes, nombrado fiscal del Consejo de Castilla, trató de demostrar que los verdaderos inductores del motín de Esquilache habían sido los jesuítas. Se nombró una comisión de investigación y sus principales acusaciones fueron:

Sus grandes riquezas.
El control de los nombramientos y de la política eclesiástica.
Su apoyo al papa.
Su lealtad al marqués de la Ensenada (1707-1781)
Su participación en los asuntos de Paraguay.
Su intervención en dicho motín.

Sectores de la nobleza y diversas órdenes religiosas estuvieron claramente en contra. Por todo ello, mediante el decreto real del 27 de febrero de 1767, se les expulsó de España y todos sus dominios y posesiones fueron confiscados.

R.D. de expulsión





La expulsión de los jesuítas se quiso aprovechar para realizar una reforma de la enseñanza que debía fundamentarse en las disciplinas científicas y en la investigación. Sometió las universidades al patronazgo real y creó en Madrid los Estudios de San Isidro (1770), como centro moderno de enseñanza media destinado a servir de modelo, y también las Escuela de Artes y Oficios, que han perdurado hasta el siglo XX (cuando pasaron a llamarse Escuelas de Formación Profesional, EFP). Las propiedades de los jesuítas sirvieron para crear nuevos centros de enseñanza y residencias universitarias. Sus riquezas, para beneficiar a los sectores más necesitados, se destinaron a la creación de hospitales y hospicios.





Promovió un nuevo plan de Estudios Universitarios, que fue duramente contestado por la Universidad de Salamanca, proponiendo un plan propio, que a la postre fue implantado años después.




El impulso hacia la reforma de la agricultura durante el reinado de Carlos III vino de mano de las Sociedades Económicas de Amigos del País creadas por su ministro José de Gálvez. Campomanes, influido por la fisiocracia centró su atención en los problemas de la agricultura. En su Tratado de la Regalía de la Amortización, defendió la importancia de ésta para conseguir el bienestar del Estado y de los ciudadanos y la necesidad de una distribución más equitativa de la tierra.

En 1787, Campomanes elaboró un proyecto de repoblación de las zonas deshabitadas de las tierras de realengo de Sierra Morena y del valle medio del Guadalquivir, creando las Nuevas Poblaciones de Andalucía y Sierra Morena. 
Carlos III luchó contra los anquilosados privilegios de la Mesta, que en su hegemónica condición de propietaria de los pastos infectaba de inutilidad una naciente y balbuceante agricultura, que este noble rey dinamizaría con algunas contundentes leyes que despojarían a los ganaderos de ciertas prebendas.


 
Pablo de Olavide. Retrato anónimo. Museo de La Carolina (Jaén)



Para el proyecto de repoblación de las zonas deshabitadas de las tierras de realengo de Sierra Morena y del valle medio del Guadalquivir, y supervisado por Pablo de Olavide, intendente real de Andalucía, se trajeron inmigrantes centroeuropeos. Se trataba principalmente de alemanes y flamencos católicos, para fomentar la agricultura y la industria en una zona despoblada y amenazada por el bandolerismo. El proyecto fue financiado por el Estado. Se fundaron así nuevos asentamientos, como La Carolina, La Carlota o La Luisiana, en las actuales provincias de Jaén, Córdoba y Sevilla.
Este ecuánime rey impulsó reformas por doquier. El reparto de tierras comunales y el troceo de latifundios para su distribución entre los desfavorecidos fue un hito que tuvo que enfrentar no sin sortear dificultades obvias. Enfrente tenía a los eclesiásticos y a la aristocracia, casi nada. Finalmente, su tenaz apuesta en este sentido, alumbraría en Sierra Morena la población de La Carolina, modelo de apuesta audaz y equilibrada. Doce mil campesinos a los que se adjudicarían lotes de tierra, material para construir sus viviendas y aperos de labranza, crearían un polo de desarrollo singular.

Se reorganizó el ejército, al que dotó de unas Ordenanzas en 1768 destinadas a perdurar hasta el siglo XX, se impulsó el comercio colonial formando compañías, como la de Filipinas, y mediante el Reglamento de libre comercio de 1778 que liberalizó el comercio con América. También destaca el Decreto de libre comercio de granos de 1765.

Otras medidas reformistas del reinado fueron la creación del Banco de San Carlos, en 1782, y la construcción de obras públicas, como el Canal Imperial de Aragón y un plan de caminos reales de carácter radial, con origen en Madrid y destino a Valencia, Andalucía, Cataluña y Galicia.


 
Porcelana del Buen Retiro


Hizo un ambicioso plan industrial en el que destacan como punteras las industrias de bienes de lujo: Porcelana del Buen Retiro, Cristales de la Granja (esto se debe a la culta Mª Amalia de Sajonia que ya en Nápoles había impulsado la creación la Real Fábrica de Porcelanas de Capodimonte que tanto le recordaban a la porcelana de Meissen de su país natal) y traslada la Platería Martínez a un edificio en el paseo del Prado, pero no faltaron muchas otras para la producción de bienes de consumo, en toda la geografía española.



Entre los planteamientos teóricos para el desarrollo de la industria destacó el Discurso sobre el fomento de la industria popular de Campomanes, para mejorar con ella la economía de las zonas rurales y hacer posible su autoabastecimiento. Las Sociedades Económicas de Amigos del País se encargaron de la industria y su teoría en esta época.

Hizo hospitales públicos, servicios de alumbrado y recogida de basura, uso de adoquines, una buena red de alcantarillado. En Madrid, un ambicioso plan de ensanche, con grandes avenidas, monumentos como la Cibeles, Neptuno, la puerta de Alcalá, 





La Puerta de Alcalá con la inscripción Rege Carolo III Anno MDCCLXXVIII








Entrada al Real Jardín Botánico






Estatua en el Real Jardín Botánico de Madrid









Fuente de la Cibeles, diseño de Ventura Rodríguez







Fuente de Neptuno, diseño de Ventura Rodríguez











La Fuente de la Alcachofa, diseño de Ventura Rodríguez, hoy en el Retiro
la fuente de la Alcachofa…, la construcción del jardín botánico (trasladando al Paseo del Prado el antiguo de Migas Calientes), el Hospital de San Carlos (hoy Museo Reina Sofía), el edificio del Museo del Prado (destinado originalmente a museo de Historia Natural) que encargó a Juan de Villanueva. Aunque el Museo como pinacoteca solo verá la luz en 1819, bajo el reinado de Fernando VII, gracias a los desvelos de su mujer Isabel de Braganza que falleció en 1818, un año antes de ver culminada su obra.








Mª Isabel de Braganza (1797-1818), creadora del Museo del Prado. Retrato póstumo de Bernardo López Piquer, 1829

 
El patio del Hospital de San Carlos, obra de Sabatini, hoy Museo Reina Sofía









Museo Reina Sofía
                                      


El Museo Reina Sofía con su ascensor exterior


Descendió en número, debido a la desaparición de los hidalgos en los censos por las medidas restrictivas hacia este grupo por el Rey. Representaba el 4% del total de la población. Su poder económico se acrecentó gracias a los matrimonios entre familias de la alta nobleza, que propiciaron una progresiva acumulación de bienes patrimoniales. Mediante un decreto en 1783, el rey aprobó el trabajo manual y lo reconoció, favoreciendo a los nobles. A partir de ese momento, los nobles podían trabajar, cosa que antes no podían hacer, únicamente podían vivir de sus riquezas. Los títulos nobiliarios aumentaron con las concesiones hechas por Felipe V y Carlos III. 








Carlos con el hábitó de Orden que creó en 1771. Retrato de Mariano Salvador Maella, c.1783



Se crearon la Orden Militar de Carlos III en 1771, las Reales Maestranzas con estatutos nobiliarios y el Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid. En contrapartida se pusieron numerosas restricciones a los mayorazgos y a los señoríos, aunque nunca llegaron a desaparecer durante el reinado.

La Iglesia poseía cuantiosas riquezas. Siendo el clero un 2% de la población, según el Catastro de Ensenada era propietaria de la séptima parte de las tierras de labor de Castilla y de la décima parte del ganado lanar. A los bienes inmuebles se añadían el cobro de los diezmos, a los que se descontaban las tercias reales, y otro ingresos como rentas hipotecarias o alquileres. La diócesis más rica era la de Toledo, con una renta anual de 3.500.000 reales.

Era el grupo más numeroso. En él se encontraban los campesinos que gozaban de cierta estabilidad económica. Los jornaleros sufrían situaciones de miseria. De acuerdo con el Catastro de Ensenada, los artesanos representaban el 15% del total de los asalariados y tenían mejores retribuciones que los campesinos. 


La burguesía comenzó a despuntar tímidamente en España. Localizada en la periferia peninsular, se identificó con los propósitos reformistas y los ideales ilustrados del siglo. Fue especialmente importante en Cádiz, por su vinculación al comercio americano, Barcelona y Madrid.



Desde el fracaso de la Gran Redada de 1749 los gitanos estaban sujetos a una situación muy problemática, que se pretendió resolver con una serie de iniciativas legislativas desde 1763, finalmente sustanciadas en la Real Pragmática de 19 de septiembre de 1783, con propósitos claramente asimiladores y de carácter utilitarista, tras dicha pragmática, se deja de considerar su origen o naturaleza diferenciada o inferior (raíz infecta); se prohíbe el uso de la denominaciones gitano o castellano nuevo (tenidas por injuriosas); se concede libertad de residencia (excepto en la Corte y Reales Sitios por ahora) y se permiten nuevos modos para ganarse la vida, incluyendo la admisión en gremios, pero se prohíben oficios como poseer tabernas o esquilar caballos, de vital importancia para el pueblo gitano; también se prohíben sus vestiduras tradicionales y su gerigonza (su idioma diferenciador, el caló) y una vez más se establece la obligación de asentarse, abandonando el nomadismo; todo ello bajo graves penas a los desobedientes, que serían considerados vagos y sujetos a las penas correspondientes sin distinción de los demás vasallos (se les aplica el código penal general).




Aquellos casos en los que un individuo se negase a acatar las leyes en cuanto a residencia, lengua, oficios, vestimenta y demás, la primera vez que fuese detenido sería marcado con un hierro candente en la espalda (en sustitución de las penas anteriormente previstas: la muerte o cortar las orejas), en caso de ser detenido una segunda vez serían condenados a la pena capital, dicha ley no se aplicaba a los menores de dieciséis años, que serían separados de sus familias y educados por las Juntas o Diputaciones de caridad.



Cuando el Rey murió en 1788, terminó la historia del reformismo ilustrado en España, pues el estallido casi inmediato de la Revolución francesa al año siguiente provocó una reacción de terror que convirtió el reinado de su hijo y sucesor, Carlos IV, en un periodo mucho más conservador. En seguida, la invasión francesa arrastraría al país a un ciclo de revolución y reacción que marcaría el siglo siguiente, sin dejar espacio para continuar un reformismo sereno como el que había desarrollado Carlos III.

Entre los aspectos más duraderos de su herencia quizá haya que destacar el avance hacia la configuración de España como nación, a la que dotó de algunos símbolos de identidad (como los que en el futuro se convertirían en su himno y su bandera nacionales) e incluso de una capital digna de tal nombre, pues se esforzó por modernizar Madrid (con la construcción de paseos y trabajos de saneamiento e iluminación pública) y engrandecerla con monumentos ( como se ha dicho de su época datan la Puerta de Alcalá, el Museo del Prado — concebido como Gabinete de Historia Natural —, el Hospital de San Carlos o la construcción del nuevo Jardín Botánico, en sustitución del antiguo de Migas Calientes) y con edificios representativos destinados a albergar los servicios de la creciente administración pública. El impulso a los transportes y comunicaciones interiores (con la organización del Correo como servicio público y la construcción de una red radial de carreteras que cubrían todo el territorio español, convergiendo sobre la capital) ha sido, sin duda, otro factor político que ha actuado en el mismo sentido, acrecentando la cohesión de las diversas regiones españolas. Estas son sólo algunas de las razones por las cuales Carlos III fue conocido como el mejor Alcalde de Madrid.

 Como se ha dicho contrajo matrimonio en 1738 con María Amalia de Sajonia (1724–1760), hija de Federico Augusto II. Tuvieron trece hijos, pero sólo siete llegaron a adultos:

Mª Amalia de Sajonia. Retrato póstumo de Mengs, 1761

* María Isabel Antonia, infanta de España (6 de septiembre de 1740 – 31 de octubre de 1742). Murió en la infancia.


* María Josefa Antonia, infanta de España (20 de enero de 1742 – 3 de abril de 1742). Murió en la infancia.


* María Isabel Ana, infanta de España (30 de abril de 1743 – 5 de marzo de 1749). Murió en la infancia.






Mª Josefa Carmela. Boceto preparatorio para La familia de Carlos IV de Goya. 1800

* María Josefa Carmela, (Pepa para la familia y de agraz carácter, al decir de su cuñada la reina Mª Luisa de Parma) infanta de España (6 de julio de 1744 – 8 de diciembre de 1801). Figura importante en el cuadro de Goya, La familia de Carlos IV (es el personaje más esperpético del famoso cuadro). Murió sin descendencia al año siguiente de este cuadro.
Vid. https://saenzsotogrande.blogspot.com/2020/07/la-arpia-goyesca.html



Tiépolo en este cuadro de 1763 nos da otra idea de Mª Josefa Carmela con 19 años






Mª Luisa. Retrato de Mengs, 1770

* María Luisa, infanta de España (13 de junio de 1745 – 15 de mayo de 1792). Casada con Leopoldo II de Austria, Sacro Emperador Romano Germánico; con descendencia.




Felipe Antonio. Retrato de Francesco Liani

* Felipe Antonio, infante de España y duque de Calabria (13 de julio de 1747 – 6 de diciembre de 1777). Fue excluido de la sucesión al trono de España y al de Nápoles debido a su condición de deficiente mental.






La familia de Carlos IV . Goya 1800-1801

* Carlos IV, rey de España (11 de noviembre de 1748 – 19 de enero de 1819). Casado con María Luisa de Borbón-Parma, Princesa de Parma; con descendencia.


* María Teresa Antonia, infanta de España (2 de diciembre de 1749 – 2 de marzo de 1750). Murió en la infancia.



Fernando I. Retrato de Angelica Kauffman c.1782

* Fernando I, rey de las Dos Sicilias (12 de enero de 1751 – 4 de enero de 1825). Casado con María Carolina de Habsburgo, Archiduquesa de Austria; con descendencia.





Infante Gabriel. Retrato de Mengs, 1767

* Gabriel, infante de España (11 de mayo de 1752 – 23 de noviembre de 1788). Casado con Mariana Victoria de Braganza, infanta de Portugal; aunque murió joven (antes que su padre, lo que fue devastador para Carlos III que falleció poco después) de viruela como su mujer;  muy inteligente y amante del estudio, fue el más brillante de los hijos de Carlos III. Le sobrevivió solo un hijo.


* María Antonieta, infanta de España (3 de julio de 1754 – 11 de mayo de 1755). Murió en la infancia.







Antonio Pascual. Boceto preparatorio para La familia de Carlos IV de Goya. 1800


* Antonio Pascual, infante de España (31 de diciembre de 1755 – 20 de abril de 1817). Casado con María Amalia de Borbón, infanta de España; sin descendencia. Necio y malvado, fue el más insigne monumento a la estolidez.





Francisco Javier. Retrato de Mengs,1767

* Francisco Javier, infante de España (15 de febrero de 1757 – 10 de abril de 1771). Murió sin descendencia, a los 14 años, a causa de la viruela.




 
Escudo de Carlos III











El actual diseño de bandera nacional surgió con el Real Decreto de 28 de mayo de 1785, por el que Carlos III resuelve la realización de un concurso convocado para adoptar un nuevo pabellón de la Marina que, a posteriori, devino en bandera de España.













Carlos III. Retrato de Goya, c.1786





Carlos III cazador. Retrato de Goya c.1787











Estatua equestre de Carlos III en la Puerta del Sol de Madrid obra de Rodríguez, Zancada y Bañuelos según la escultura de  Juan Pascual de Mena de 1780, que se conserva en la Real Academia  de Bellas Artes de San Fernando







Estatua de Carlos III en Los Ángeles (California, EEUU)














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